“La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.”[1]

Estas personas que nos enseñan cómo alcanzar la meta, son los Santos: cercanos, porque compartieron nuestras fragilidades y nuestras luchas, pero verdaderas estrellas de nuestra vida, porque vivieron las virtudes en forma extraordinaria.

Este blog quiere hacerte conocer a una mujer ejemplar. Hoy la Iglesia, que es Madre de los Santos, está estudiando y valorando sus virtudes y sus obras que hoy perduran: es la Venerable, Madre Eufrasia Iaconis, Fundadora de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires.



[1] Spes Salvi, N° 49

lunes, 7 de diciembre de 2015

La Madre Eufrasia amó profundamente el misterio de la Inmaculada

Nos acercamos a una de las Solemnidades más grandes de la Santísima Virgen: la Inmaculada Concepción. El amor a este misterio es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana, tanto en Europa como en América.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado Ineffabilis Deus en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante. La Virgen María fue «dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante» (Lumen Gentium). Dios bendijo a María más que a ninguna otra creatura. Ella es «redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo» (Lumen Gentium).

El amor a la Inmaculada Concepción es una de las notas más salientes de la espiritualidad de la Madre Eufrasia.
En el año 1900, escribe desde Buenos Aires: ...todo lo espero por la intercesión de mi Madre Inmaculada. Es María, mi dulcísima Madre, la que me da esperanza y, casi diría, certeza.[1]
Uno de los momentos de mayor felicidad y gratitud hacia la Virgen María, lo experimenta cuando recobran el título de Hijas de la Inmaculada Concepción, en 1904. Así lo relata a Mons. Grazioli: …“Para obtener de María esta gracia hemos rezado muchísimo, y el día solemnísimo de la Inmaculada, nada se ahorró para que resultara con el mayor esplendor; en nuestra capilla tuvimos cinco misas, una cantada, una lindísima predicación, cantos, bendición, etc., todo para conmover el corazón tiernísimo de María, la cual ha sabido recompensarnos abundantemente todo.”[2]
Cuando ya en 1912, se encuentra en Milán organizando el primer departamento donde se instalan, adquiere una imagen de la Virgen: El 12 de Julio nos llegó una hermosa estatua de la Inmaculada, que habíamos comprado en la casa “Nardini”, alta 60 centímetros, que aún hoy se conserva con un cariño especial, pues fue nuestra primera compañera en la soledad de esa fundación.[3] Ya iniciado el Noviciado, se inaugura y bendice la nueva Capillita: Preparamos todo lo más necesario, y como siempre nos esmeramos para engalanar a nuestra querida Madre Inmaculada.[4]

En este 8 de diciembre, en que el Papa Francisco da inicio al Año de la Misericordia, unámonos a las palabras de la Madre Eufrasia:
“… la Inmaculada me dará fuerza, en Ella confío”






[1] Carta de la Madre Eufrasia al Padre Visitador en Roma, Buenos Aires, 27 de mayo de 1900.
[2] Carta de la Madre Eufrasia a Mons. Grazioli, Buenos Aires, 23 de enero de 1905.
[3] Relato de la fundación de Milán, Cuaderno manuscrito.
[4] ídem